Actitud compasiva

Creo que la acción compasiva es, precisamente, lo que puede efectuar esta transformación.
Nuestros deseos personales demandan energía del mundo que nos rodea, pero cuando extendemos la mano para tocar y enriquecer las vidas de los demás, la compasión dirige esa energía hacia el exterior. Y mientras más energía damos, por extraño que parezca, más energía podemos experimentar y disfrutar para nosotros.
La compasión puede ser algo tan simple como escuchar a alguien contarnos sus problemas. En cierta oportunidad oí hablar de una enfermera que tenía que cuidar a una señora de 87 años de edad a la que siempre se le veía como en un letargo, sentada en su silla de ruedas, mostrando una expresión aburrida, con los labios apretados herméticamente y con las cejas tejidas en un ceño fruncido permanente.
Cuando la enfermera la vio por primera vez, su deseo sincero fue hacerla sonreír y hacerle traer una expresión más cálida a su rostro. A partir de allí, siempre que se encontraban, tomaba a su paciente de la mano y le hablaba. Entonces, un día, en la cafetería del hospital, la señora comenzó a compartir con ella todo cuanto había sufrido en la vida. La enfermera, simplemente, le sostuvo la mano como siempre, la escuchó, y siguió su historia en silencio, asintiendo con la cabeza.
Cuando la paciente terminó de hablar, la enfermera la llevó a su cuarto. En el camino, la anciana le susurró a su nueva amiga. "Nunca nadie me había escuchado así". Y desde ese día en adelante, se vio brillar en su rostro una resplandeciente sonrisa.
La compasión ha de ser encontrada en actos tan simples como escuchar, compartir y recordar. Cuando nos proponemos llevar un estilo de vida compasivo, nuestros sufrimientos y nuestros fracasos asumen nuevo significado. Podemos empezar a verlos como requisitos para poder entender el dolor de los demás y para saber qué acción tomar para causar alivio. Hay tiempos en los que las personas sólo pueden encontrar consuelo en la voz de alguien que ha experimentado su mismo pesar.
Una actitud de compasión no significa mirar a alguien desde una posición de superioridad, sintiendo pena por su miseria. Es un sentimiento de empatía hacia otros seres humanos iguales a nosotros y su base es el respeto. La compasión es como un cómodo salón, bien iluminado, al que invitamos a entrar a un amigo. En él nos sentamos a dialogar sobre la vida como iguales, a aprender el uno del otro y a esforzarnos por mejorar, juntos, la vida de ambos.
Del mismo modo en que el sufrimiento no sólo nos afecta a quienes lo estamos padeciendo, pues los demás siempre se ven afectados por nuestra infelicidad, no puede haber felicidad que sólo exista sólo para a uno mismo. La felicidad no es un "pastel" de un tamaño fijo que deba cortarse cuidadosamente para que cada uno pueda tener la delgada rodaja que le corresponde. Al aumentar la felicidad de uno mismo o la de los demás, aumentamos la cantidad total de energía positiva que vibra en el mundo. Quienes de verdad se regocijan por la felicidad ajena también disfrutan una felicidad profunda y genuina dentro de sí. De hecho, cada uno de nosotros alcanza, exactamente, el mismo grado de felicidad que es capaz de ayudar a otros a alcanzar.
En contraste, un estilo de vida centrado y obsesionado en uno mismo redunda en una miseria que deja heridas profundas no sólo en nosotros, sino también en quienes nos rodean. El egoísmo es una gran fuente de sufrimiento en el mundo.


Daisaku Ikeda
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