"Las inclinaciones morbosas engendran hábitos si aquellas persisten", dice Plutarco; y Burton añade "Los hábitos son o se convierten en enfermedad". Muchas personas no quieren reconocer que su temperamento oprime la carne. Pero puede fácilmente demostrarse que los excesos pasionales consumen el cuerpo, y que cuando la naturaleza física es explotada por la autocracia de la mente, aquélla puede quedar reducida a un estado de total agotamiento. Con frecuencia hacemos caso omiso de las leyes que gobiernan la sustancia material cuando impiden el logro de un propósito determinado. Aparentemente contamos con que el cuerpo soportará los abusos continuos, y no queremos reconocer que el inmoderado resulta inevitablemente destruido por su intemperancia.
Dice una máxima china que es posible evitar la mayoría de las enfermedades. Gran parte de una dolencia que no ha sido atajada con anticipación, puede curarse por medio de la moderación de las actividades mentales. De manera que nuestra primer premisa es básica: La enfermedad es una manifestación física de una disposición morbosa. ¿Qué es, pues, una disposición morbosa? Es una enfermedad del alma. Los modernos criminólogos reconocen que el crimen es una enfermedad. Estamos además, convencidos de que la religión rápidamente tiende a convertirse en manía, y de que también es enfermedad el amor excesivo, pues son, todas éstas, afecciones que desequilibran la moderación espiritual.
A través de la renuncia a sus actitudes personales, Buda encontró la liberación de la cadena de causa-efecto. Se trataba, sin embargo, en gran medida, de una cuestión de destino ya maduro que le permitió el triunfo de su propósito. Pero la mayoría de los seres humanos no poseen, todavía, el mérito del grado de percepción alcanzado por Buda, puesto que, como dice Lemnio "ningún mortal esta libre de los excesos". La liberación consiste en emanciparse de todo exceso de las inclinaciones.
Manly Hall
El recto pensamiento
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