Buscando calma


Escucha tu propio silencio. Una forma de meditación consiste en escucharte profundamente. Encuentra un tiempo y un lugar para sentarte tranquila y en silencio unos veinte minutos. Permite que tus oídos se abran y se relajen. Intenta captar el sonido más leve que seas capaz de escuchar, puede ser la ropa que está en la lavadora. Sigue escuchando, oye la electricidad a través de sus cables. Continúa y escucha el latido de tu propio corazón. Sigue escuchando.

Aprende de tu respiración. Cada vez que exhalas, te dejas ir y confías intuitivamente en que viene otra inhalación que te mantendrá viva. Sin embargo, muchas veces nos pasamos la vida entera codiciando, aferrándonos a las cosas, apretándolas tan fuerte que casi las estrangulamos y les quitamos la vida, incluso aquellas que no son esenciales o que nos perjudican. Escucha tu respiración y hazle caso al mensaje que te transmite: déjalo ir .
Observa tus pensamientos. Intenta observar el punto donde un pensamiento termina y empieza el siguiente. Empezarás a ver tus pensamientos uno tras otro. Ahora intenta percibir el espacio que hay entre ellos. Sé consciente de que ese espacio aumenta poco a poco, pero no te obligues a expandirlo, sólo obsérvalo. Cuánto más practiques ver ese intervalo entre pensamientos, más se irá estirando este espacio de forma natural. Así podrás ir vaciando tu mente para poder volver a llenarla de un modo consciente.




Tzivia Gover
Toma la vida con calma

Testigo de mis hábitos y emocionales




La mayoría de la gente se pasa la vida aprisionada en los confines de sus propios pensamientos. Nunca van más allá de un sentido de identidad estrecho y personalizado, fabricado por la mente y condicionado por el pasado.
En tí, como en cada ser humano, hay una dimensión de conciencia mucho más profunda que el pensamiento. Es la esencia misma de tu ser. Podemos llamarla presencia, alerta, conciencia incondicionada. En las antiguas enseñanzas, es el Cristo interno, o tu naturaleza de Buda.
Hallar esa dimensión te libera, y libera al mundo del sufrimiento que te causas a tí mismo y a los demás cuando sólo conoces el «pequeño yo» fabricado por la mente, que es quien dirige tu vida. El amor, la alegría, la expansión creativa y una paz interna duradera sólo pueden entrar en tu vida a través de esa dimensión de conciencia incondicionada.
Si puedes reconocer, aunque sea de vez en cuando, que los pensamientos que pasan por tu mente son simples pensamientos, sí puedes ser testigo de tus hábitos mentales y emocionales reactivos cuando se producen, entonces esa dimensión ya está emergiendo en tí como la conciencia en la que ocurren los pensamientos y emociones: el espacio interno intemporal donde se despliegan los contenidos de tu vida.



Eckhart Tolle
El silencio habla

Intérvalo


La muerte, si sólo pudiéramos comprenderlo, es una de las actividades que más hemos practicado. Hemos muerto muchas veces y moriremos muchas más. Muerte es, esencialmente, cuestión de conciencia. En cierto momento estamos conscientes en el plano físico; en otro, nos retraemos a otro plano y estamos allí activamente conscientes. En la medida en que nuestra conciencia se identifica con el aspecto forma, la muerte continuará manteniendo su antiguo terror. Tan pronto nos reconozcamos como almas y hallemos que somos capaces de enfocar a voluntad nuestra conciencia y sentido de percepción en cualquier forma o plano, o en cualquier dirección dentro de la forma de Dios, ya no conoceremos la muerte.
La muerte para el hombre medio es un fin desastroso, pues implica la terminación de todas las relaciones humanas, la cesación de toda actividad física, la ruptura de todos los signos de amor y afecto y el tránsito (involuntario y disconforme) a lo desconocido y temido. Es lo mismo que salir de una habitación iluminada y agradable, cordial y familiar, donde están reunidos nuestros seres queridos, y pasar a la noche fría y oscura, solo y aterrorizado, esperando lo que vendrá y sin ninguna seguridad.



Pero las personas olvidan por lo general que todas las noches, durante las horas de sueño, morimos en lo que respecta al plano físico y vivimos y actuamos en otro lugar. Olvidan también que han adquirido ya la facilidad de dejar el cuerpo físico, porque aún no pueden conservar en la conciencia del cerebro físico los recuerdos de esa muerte y el consiguiente intervalo de vida activa, y no relacionan la muerte con el sueño. Después de todo, la muerte es sólo un intervalo más extenso en la vida de acción en el plano físico; nos vamos "al exterior" por un periodo más largo. Pero el proceso del sueño diario y el proceso de la muerte ocasional son idénticos, con la única diferencia que en el sueño el hilo magnético o corriente de energía, a través de la cual corren las fuerzas vitales, se mantiene intacto, y constituye el camino de retorno al cuerpo. Con la muerte, este hilo de vida se rompe o corta. Cuando esto ha acontecido, la entidad consciente no puede volver al cuerpo físico denso, y al faltarle a ese cuerpo el principio de coherencia, se desintegra.



Maestro Tibetano Djwhal Khul
Una Gran Aventura: La Muerte

Moderación espiritual


"Las inclinaciones morbosas engendran hábitos si aquellas persisten", dice Plutarco; y Burton añade "Los hábitos son o se convierten en enfermedad". Muchas personas no quieren reconocer que su temperamento oprime la carne. Pero puede fácilmente demostrarse que los excesos pasionales consumen el cuerpo, y que cuando la naturaleza física es explotada por la autocracia de la mente, aquélla puede quedar reducida a un estado de total agotamiento. Con frecuencia hacemos caso omiso de las leyes que gobiernan la sustancia material cuando impiden el logro de un propósito determinado. Aparentemente contamos con que el cuerpo soportará los abusos continuos, y no queremos reconocer que el inmoderado resulta inevitablemente destruido por su intemperancia.
Dice una máxima china que es posible evitar la mayoría de las enfermedades. Gran parte de una dolencia que no ha sido atajada con anticipación, puede curarse por medio de la moderación de las actividades mentales. De manera que nuestra primer premisa es básica: La enfermedad es una manifestación física de una disposición morbosa. ¿Qué es, pues, una disposición morbosa? Es una enfermedad del alma. Los modernos criminólogos reconocen que el crimen es una enfermedad. Estamos además, convencidos de que la religión rápidamente tiende a convertirse en manía, y de que también es enfermedad el amor excesivo, pues son, todas éstas, afecciones que desequilibran la moderación espiritual.



A través de la renuncia a sus actitudes personales, Buda encontró la liberación de la cadena de causa-efecto. Se trataba, sin embargo, en gran medida, de una cuestión de destino ya maduro que le permitió el triunfo de su propósito. Pero la mayoría de los seres humanos no poseen, todavía, el mérito del grado de percepción alcanzado por Buda, puesto que, como dice Lemnio "ningún mortal esta libre de los excesos". La liberación consiste en emanciparse de todo exceso de las inclinaciones.



Manly Hall
El recto pensamiento

Observar la mente




¿Por qué no somos capaces de descartar lo inútil, lo absurdo o lo peligroso de una vez? Siguiendo a Krishnamurti, si vemos un precipicio no necesitamos hacer cursos de Precipi­cio I, Precipicio II y Precipicio III para concientizarnos del riesgo. El hecho se impone, la percepción directa es suficiente: vemos el peligro y no dudamos en retirarnos, "entendimos", y punto.
¿Por qué entonces en la vida cotidiana caemos tantas veces por el precipicio? ¿Por qué repetimos los mismos erro­res? ¿Por qué nos cuesta tanto asumir una actitud racional frente a los problemas? ¿Somos masoquistas, ignorantes o tes­tarudos?
Recuerdo a un señor que temía tragarse la lengua. Dormía sentado, sólo se alimentaba de líquidos y apenas lograba comunicarse con los demás, pues trataba de mantener la lengua quieta (¡el órgano más móvil de nuestro cuerpo!). Ninguna explicación lógica y racional sobre la imposibilidad de tragarse la lengua funcionó. La única estrategia que mostró resultados positivos fue exponerse a lo temido: "¡Tráguese la lengua, inténtelo, a ver si es capaz!" Después de varios ensayos infructuosos, la retroalimentación fue concluyente: "Sí, usted tenía razón, no puedo", dijo evidentemente aliviado.
¿Qué proceso intervino para que finalmente lograra modificar su creencia irracional? La realidad, ella se impuso de manera correctiva, los hechos le mostraron de manera irrefutable lo absurdo de su creencia. Una experiencia vital vale más que mil palabras (o muchas horas de consulta). La información que llega de la experiencia directa es mucho más terapéutica que la teoría, aunque las dos son necesarias. La primera es la fuente de la sabiduría y la segunda, el fundamento de la erudición. Conozco muchas personas desbordantes de conocimiento científico pero sin sentido común.
El camino es aquietar la mente e inducirla a que se mire a sí misma de manera realista. Una mente madura, equilibrada y que aprenda a perder. Una mente humilde, pero no atontada. Una mente abierta al mundo, vigorosa y con los pies en la tierra.



Walter Risso
Pensar bien, sentirse mejor

Las células responden a tu pensamiento


A la Dra. Candice Bert (ex Jefa de Biología Molecular en el Instituto Nacional de Salud) es a quien más se le debe la comprensión de lo que es la mente, lo que es el cuerpo, y lo que es el espíritu (si quieren llamarlo así). Hace bastante tiempo descubrió las endorfinas y consecuentemente los neuropéptidos, que actualmente han sido estudiados por cientos y miles de científicos. Ella fue quien primero demostró que cuando pensamos, o sentimos, o nos emocionamos, o deseamos algo, eso se transforma inmediatamente en una molécula.
Al comienzo, se creyó que esa molécula se formaba en el cerebro; y por eso se denominó neuropéptido. "Neuro" porque pertenece al cerebro y "péptido" porque se parece a las proteínas.
Y así es como se comunican las neuronas entre sí; así es como se hablan las células en el cerebro. Se comunican en el lenguaje de estos neuropéptidos, de estas sustancias químicas, de estas moléculas mensajeras del espacio interior.



Ese vacío interior interactúa consigo mismo, crea fluctuaciones energéticas que experimentamos como pensamientos y luego, los fragmentos inteligentes de energía se transforman en moléculas de la mente denominadas péptidos. Estos péptidos son como pequeñas llavecitas que entran en la superficie de otras células, donde hay pequeñas ranuras para ellas, como pequeñas cerraduras. Así es que, cuando uno tiene un pensamiento, éste se transforma en una molécula que es como una llavecita, la cual viaja y luego encuentra su cerradura; y entra en esa cerradura. Y, una vez que entró en la cerradura, la célula recibe el mensaje. Estas cerraduras se llaman receptores, que hay en el cerebro. Esto, en sí, ya era interesante. Pero lo que descubrió la Dra. Bert (que luego, confirmaron otros científicos), fue que existen receptores de estas moléculas de la mente, no sólo en las células cerebrales, sino en todas las células de todas partes. Cuando comenzaron a observar las células del sistema inmunológico, por ejemplo, las que protegen contra el cáncer, las infecciones, etc., encontraron receptores de los mismos mensajeros químicos en las células. .
En otras palabras, tus células inmunológicas, las que te protegen del cáncer y de las infecciones, están literalmente vigilando cada pensamiento tuyo, cada emoción, cada concepto que emites, cada deseo que tienes. Cada pequeña célula del sistema inmunológico, produce las mismas sustancias químicas que produce el cerebro cuando piensa. Esto, lo hace todo muy interesante, porque ahora podemos decir que las células inmunológicas son pensantes. No son tan elaboradas, como lo es la célula cerebral que puede hacerlo en tu idioma o en otro aprendido, pero sí piensa, siente, se emociona y desea, se alegra, se entristece, etc.



Deepak Chopra
Curación Cuántica

Estandartes de falsa identidad


Vivir con la mente puesta en el pasado o en el futuro es algo así como pretender mirar el mundo a través de la estrecha ventana de un bunker. Lo que nos rodea, aquello que elegimos experimentar como nuestra realidad, es mucho más amplio que el tunel en el que muchos "sobreviven" cada día. Los psicólogos Huble y Weisel metieron a gatos recien nacidos en cajas blancas o rayadas vertical u horizontalmente para demostrar, con su experimento, que la realidad puede ser limitada en base a lo que percibimos, puesto que cuando los sacaba los gatos no podían interaccionar con un mundo de colores o de verticalidades si lo que habían conocido era sólo la horizontalidad. De la misma forma, el uso que hacemos de nuestro cerebro (del que dicen los neurofisiólogos tan sólo utilizamos el 7% de su capacidad) sacrifica nuestra conciencia ilimitada como seres espirituales, percibiendo, entonces lo que nos rodea a través de límites. Es algo así como el que tiene un ordenador con memoria suficiente para todos los programas posibles y sólo lo usa para dos. Eso es lo que hacemos cuando pretendemos vivir en la creencia de que existirá mañana y antes de ayer aún está ahí. La paradoja del tiempo líneal, en relación con nuestra esencia divina es que la eternidad es el eterno ahora.
Wilber nos llega a decir "nuestro presente empobrecido huye, precisamente porque le exigimos que termine. Queremos que termine para que pueda pasar otro momento que, a su vez, sólo existirá para pasar".
El recuerdo y la expectativa son los dos parámetros con los que los seres humanos pretendemos huir de Dios, lo Uno y trino, el Espíritu. Como no lo vemos con nuestros ojos, no podemos medirlo, controlarlo, ni sacarle provecho directo, entonces jugamos inconscientemente a que no existe y nos montamos un paisaje lineal en el que nos aferramos al recuerdo como la realidad pasada (lo cual nos refuerza una falsa idea del "yo" que defiende lo humano como lo único valioso, porque, como Sto. Tomás puede verlo y tocarlo). No nos damos cuenta de que ese es el mundo ilusorio de las percepciones. Muchos sabemos sobre las "ilusiones ópticas" y como algo que he creido ver, no está de verdad ahí o es de la manera que lo percibí. Incluso a nivel del experimento de la física cuántica de Heisenberg, la energía que observaba hoy se comportaba como onda y al día siguiente como partícula, luego el propio observador incide sobre la realidad que percibe.
Si elijo, una y otra vez, abanderar mis recuerdos como estandartes de mi identidad, lo único que voy a hacer es perderme , huir, de la auténtica experiencia del AHORA ilimitado e infinito.

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Raquel Torrent

Distintas formas de miedo


El sosiego nos es sustraído por muchos factores y estados mentales, entre los que destaca el miedo. No nos referimos a aquel que nos protege, es razonable y está codificado biológicamente para la supervivencia, sino a ese miedo imaginario y psicológico que tanto llega a limitarnos y causarnos constantes inseguridad e incertidumbre. Hábil en disfraces y máscaras de todo tipo, se esconde tras muchas de nuestras emociones negativas. ¿Qué son la envidia, los celos, la vanidad, la irritabilidad y otras muchas emociones negativas sino distintas formas de miedo?



Abundan los temores: miedo a la vida y a la muerte, a la soledad y a la compañía, a nosotros mismos y a los demás; recelo a ser desaprobado, examinado, despreciado o desconsiderado; pánico a no satisfacer las expectativas propias o ajenas, a no encajar en los modelos o descripciones de los demás, o a no estar a la altura de nuestro Yo idealizado; temor a lo nuevo, a los puntos de vista de otras personas, a lo transitorio o extraño. El miedo es un fantasma negro que impregna la psique humana y que se ve potenciado por la imaginación descontrolada, la fantasía neurótica y el pensamiento que reclama excesiva seguridad, no sabe adaptarse ni fluir, no acepta lo inevitable y genera conflicto sin cesar. Asimismo, turba la percepción de nosotros mismos, con lo que entorpece el autoconocimiento, sin el cual ni siquiera sabemos qué queremos hacer realmente con nuestra vida ni qué deseamos modificar en nosotros mismos. Preferimos ocultárnoslo y seguir acarreándolo. Ninguna ceguera se paga tan cara.



Ramiro Calle
El libro de la serenidad