Lugares sagrados


Un lugar se hace sagrado, cuando sirve de morada a algún santo porque su magnetismo puro, al irradiar de él, pone todo el ambiente en el tono de las vibraciones que dan paz. A veces hombres santos o seres, pertenecientes a mundos superiores magnetizan directamente determinados sitios, dé lo cual es ejemplo el caso mencionado en el Cuarto Evangelio, de un Ángel que a tiempos descendía a un estanque, y revolviendo el agua, le daba propiedades curativas.
En tales sitios aun los indiferentes hombres de mundo sienten en ciertas ocasiones la bienhechora influencia, experimentando cierta placidez y una inclinación hacia cosas elevadas. La Vida divina que en cada hombre reside, está siempre tratando de subyugar la forma y de amoldarla como expresión de sí misma. Es, por lo tanto, fácil de entender cómo esta Vida resultará ayudada en su tarea, cuando la forma es puesta en vibraciones simpáticas con la de un Ser altamente desarrollado, pues el empeño de aquélla viene a ser reforzado, por un poder mayor. Este efecto se reconocerá por la sensación de tranquilidad, de calma y de paz que es su consecuencia; la mente pierde su inquietud y el corazón su ansiedad. Cualquier individuo que a sí mismo se observe, podrá darse cuenta de cómo en unos lugares le es más fácil que en otros el sosegar la mente y dedicarse a la meditación, a los pensamientos religiosos y a la adoración.



En una estancia o en un edificio en donde son frecuentes los pensamientos mundanos, las conversaciones frívolas o las meras corrientes de la vida ordinaria, es mucho más difícil hacer que la mente entre en reposo y se reconcentre, que en los sitios en cuya atmósfera han flotado los pensamientos religiosos año tras año y siglo tras siglo. Este fundamento racional tienen los sitios de peregrinación y los sitios de reclusión temporal; el hombre, recogiéndose en su propio ser, busca a Dios dentro de sí, ayudado del ambiente que han creado millares de individuos que antes de él allí también de igual modo le buscaron. En tales sitios no existe únicamente el magnetismo producido por un solo santo o por la visita de una gran entidad del mundo invisible, sino que cada persona que penetre en ellos con ánimo devoto y reverente y esté además a tono con sus vibraciones, refuerza éstas con su propia vida, dejando los lugares en mejores condiciones que tenían antes de entrar.


Annie Besant
Cristianismo esotérico

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