Uno de los temas que catalizan los desórdenes y los excesos en el mundo moderno es la competencia. Tienes que ser un triunfador. Si a los treinta años no has reunido el primer millón de dólares, eres un pobre imbécil. Si no eres el tipo que hace aullar a las mujeres desde las cuatro de la tarde hasta las cuatro de la madrugada, tu virilidad es dudosa. Debes ser el número uno, en una sociedad en la que la competencia busca el éxito material.
Para los griegos, que eran muy competitivos, se trataba de la búsqueda de cierto ideal. Hoy es simplemente el miedo a no ser el mejor y, por lo tanto, no valer nada. Ser segundo no sirve. Pueden echarte o abandonarte porque no eres el mejor. No serlo es un argumento aceptado para transformarte en material descartable. Así, en forma constante estás dando el do de pecho, con lo que anulas el placer de poder alcanzar el do de pecho. El miedo a no conseguirlo es mayor que la satisfacción de lograrlo. El temor a no echarnos cinco polvos es superior al placer de darlos.
Fernando Savatier
Los Siete Pecados Capitales
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