"Como allí abajo en el agua límpida se ven la arena, los guijarros y el color de las piedrecitas, sólo por razón de la transparencia del agua, así quien busca el camino de la liberación es preciso que tenga la mente igualmente límpida."
"No se puede, digo yo, obtener desde el principio el conocimiento supremo, sino sólo ejercitándose sucesivamente, operando sucesivamente, procediendo paso a paso se consigue el perfecto conocimiento". (Budha)
¿De qué manera? He aquí que llega uno, movido por la confianza; una vez llegado, se asocia; una vez asociado, escucha; escuchando, recibe la doctrina; recibida la doctrina, la recuerda; de la doctrina retenida, escruta su sentido; al escrutar el sentido, la doctrina le da el saber; conseguido el saber, él la aprueba; aprobándola, la pondera; ponderándola, se ejercita diligentemente; y ejercitándose diligentemente realiza, en efecto, en sustancia la más excelsa verdad y, penetrando, la ve.
Éstas son las etapas. Y aquí conviene siquiera señalar que la "confianza" puesta al inicio de la serie es cosa distinta del simple "creer". Antes que nada, en los textos se trata siempre de una confianza propiciada por la elevada estatura del maestro y su ejemplo; en segundo lugar, como se ve bien claro por el desenvolvimiento de la serie recién citada, se trata de una admisión provisional, pues la verdadera adhesión ocurre en el punto en que, mediante el examen y el ejercicio, se determina la facultad de una visión directa, de una intuición intelectual, por completo independiente de sus antecedentes. No se deja, empero, de subrayar: "Quien no sabe ejercitarse esforzadamente, no podrá conseguir la verdad; porque se ejercita denodadamente, por eso [el asceta] alcanza la verdad: por eso el ejercicio esforzado es la cosa más importante para la consecución de la verdad".
J.Evola - La Doctrina del despertar
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Clases de tensión
La tensión puede clasificarse siguiendo varios criterios.
Por su duración
a) Tensión aguda.- Es la que se manifiesta en un momento dado como resultado de una situación nueva, especial, que pone a prueba la capacidad de adaptación de la persona ante dicha situación.
b) Tensión crónica.- Es producto de una problemática interior planteada en el individuo desde mucho tiempo atrás, y que hace que en cada situación actual la persona reaccione no de acuerdo con la situación presente, sino en virtud del antiguo malestar interior.
Atendiendo a sus causas, la tensión es siempre producto de un esfuerzo interior que el sujeto ha de hacer para ponerse a la altura de las circunstancias. Este esfuerzo puede proceder, como ya hemos indicado, de las cuatro causas siguientes:
a) Por el aumento de las exigencias externas.- Más trabajo, mayor responsabilidad, problemas profesionales, peligros físicos, sociales, etc. Obligan al sujeto a emplearse con mayor rendimiento, a dar más de sí.
b) Por la disminución de las capacidades del sujeto.- Esto puede ser motivado principalmente por tres factores:
I. Problemas internos, preocupaciones y otras causas de tipo psicológico.
II. Por enfermedad. Especialmente por las enfermedades no manifiestas, solapadas; el sujeto no se da cuenta exactamente de su existencia, pero nota que algo no va bien, le cuesta más que antes hacer las cosas.
III. La edad. Llega un momento en el que inevitablemente se plantea el mismo problema. La avanzada edad causa una disminución en la capacidad de rendimiento activo, por lo menos en aquellos rendimientos que se basan de algún modo en el esfuerzo físico, en la energía vital. Las actividades de orden intelectual a veces se ven menos afectadas por esta curva involutiva de la edad. Pero, como la mayor parte de las personas realizan trabajos mixtos en los que una cosa se apoya en la otra, cuando declina la vitalidad, el individuo se encuentra disminuido no sólo en su energía física, sino también en su empuje para afrontar nuevas situaciones, en su capacidad de lucha, en su tendencia reactiva, sin hablar de otros varios problemas que crea el envejecimiento.
Es una situación que no se ha de considerar sólo en el anciano, sino en toda persona a partir de cierta edad. La vejez consiste elementalmente en pérdida de líquido, la persona se va secando, va perdiendo su componente endo. Las funciones del endo son las de asimilación y adaptación, es el elemento plástico que permite transformarse interiormente, adaptarse. Pierde, pues, facilidad de adaptación, de memoria, facilidad para asimilar nuevas ideas, nuevas costumbres, nuevas actitudes. Por un lado decrecen sus fuerzas y por otro, la capacidad de asimilar interiormente nuevas formas. Por eso tiende a refugiarse en sus actitudes tradicionales, que le salen de un modo automático y le exigen menos esfuerzo. Todo intento de adaptarse a nuevas formas y costumbres, e incluso el intentar mantener el mismo ritmo de trabajo que le era habitual, le exige enormes esfuerzos que son causa de una dolorosa y dramática tensión.
c) Por el aumento de las exigencias internas del sujeto. Cada fase de desarrollo o madurez psicológica lleva consigo nuevas exigencias y valoraciones del mundo exterior, con lo que se produce un estado de tensión hasta que la persona consigue estabilizarse en el nuevo nivel alcanzado.
d) Por la disminución de las posibilidades del ambiente. Es típico el caso de las crisis económicas y laborales, la escasez de comida, en tiempo de guerra, etc. Todo déficit de suministro de lo que puede satisfacer las necesidades básicas, crea también un estado agudo de tensión.
Antonio Blay - La Personalidad creadora
Por su duración
a) Tensión aguda.- Es la que se manifiesta en un momento dado como resultado de una situación nueva, especial, que pone a prueba la capacidad de adaptación de la persona ante dicha situación.
b) Tensión crónica.- Es producto de una problemática interior planteada en el individuo desde mucho tiempo atrás, y que hace que en cada situación actual la persona reaccione no de acuerdo con la situación presente, sino en virtud del antiguo malestar interior.
Atendiendo a sus causas, la tensión es siempre producto de un esfuerzo interior que el sujeto ha de hacer para ponerse a la altura de las circunstancias. Este esfuerzo puede proceder, como ya hemos indicado, de las cuatro causas siguientes:
a) Por el aumento de las exigencias externas.- Más trabajo, mayor responsabilidad, problemas profesionales, peligros físicos, sociales, etc. Obligan al sujeto a emplearse con mayor rendimiento, a dar más de sí.
b) Por la disminución de las capacidades del sujeto.- Esto puede ser motivado principalmente por tres factores:
I. Problemas internos, preocupaciones y otras causas de tipo psicológico.
II. Por enfermedad. Especialmente por las enfermedades no manifiestas, solapadas; el sujeto no se da cuenta exactamente de su existencia, pero nota que algo no va bien, le cuesta más que antes hacer las cosas.
III. La edad. Llega un momento en el que inevitablemente se plantea el mismo problema. La avanzada edad causa una disminución en la capacidad de rendimiento activo, por lo menos en aquellos rendimientos que se basan de algún modo en el esfuerzo físico, en la energía vital. Las actividades de orden intelectual a veces se ven menos afectadas por esta curva involutiva de la edad. Pero, como la mayor parte de las personas realizan trabajos mixtos en los que una cosa se apoya en la otra, cuando declina la vitalidad, el individuo se encuentra disminuido no sólo en su energía física, sino también en su empuje para afrontar nuevas situaciones, en su capacidad de lucha, en su tendencia reactiva, sin hablar de otros varios problemas que crea el envejecimiento.
Es una situación que no se ha de considerar sólo en el anciano, sino en toda persona a partir de cierta edad. La vejez consiste elementalmente en pérdida de líquido, la persona se va secando, va perdiendo su componente endo. Las funciones del endo son las de asimilación y adaptación, es el elemento plástico que permite transformarse interiormente, adaptarse. Pierde, pues, facilidad de adaptación, de memoria, facilidad para asimilar nuevas ideas, nuevas costumbres, nuevas actitudes. Por un lado decrecen sus fuerzas y por otro, la capacidad de asimilar interiormente nuevas formas. Por eso tiende a refugiarse en sus actitudes tradicionales, que le salen de un modo automático y le exigen menos esfuerzo. Todo intento de adaptarse a nuevas formas y costumbres, e incluso el intentar mantener el mismo ritmo de trabajo que le era habitual, le exige enormes esfuerzos que son causa de una dolorosa y dramática tensión.
c) Por el aumento de las exigencias internas del sujeto. Cada fase de desarrollo o madurez psicológica lleva consigo nuevas exigencias y valoraciones del mundo exterior, con lo que se produce un estado de tensión hasta que la persona consigue estabilizarse en el nuevo nivel alcanzado.
d) Por la disminución de las posibilidades del ambiente. Es típico el caso de las crisis económicas y laborales, la escasez de comida, en tiempo de guerra, etc. Todo déficit de suministro de lo que puede satisfacer las necesidades básicas, crea también un estado agudo de tensión.
Antonio Blay - La Personalidad creadora
Permite que cada situación de tu vida te enseñe
Cuando el gran místico sufí Hasan estaba muriendo, un discípulo suyo le preguntó:
-“Hasan, ¿quién fue tu maestro?”.
Y Hasan respondió:
-Tuve miles de maestros.
Sólo mencionar sus nombres me llevaría meses, años, y ya es demasiado tarde. Pero ciertamente te hablaré ... sobre tres maestros.
-Uno era un ladrón. Una vez me perdí en el desierto y cuando llegué a una aldea, era tarde y todo estaba cerrado. Pero finalmente encontré a un hombre que estaba intentando hacer un agujero en la pared de una casa. Le pregunté dónde podía pasar la noche y él dijo:
- “A esta hora de la noche será difícil, pero puedes quedarte conmigo, si puedes quedarte con un ladrón”.
El hombre era tan agradable que me quedé un mes.
Y todas las noches él acostumbraba decirme: “Ahora me voy a trabajar. Descansa y reza”.
Al regresar yo le preguntaba: “¿Conseguiste algo?”.
El solía decir: “Esta noche no, pero mañana lo intentaré de nuevo, si Dios quiere...”.
Nunca estaba desesperanzado, siempre estaba feliz.
Cuando, durante años y años, medité y medité y nada sucedió, muchas veces hubo momentos, en que me sentí tan desesperado, tan desesperanzado, que pensé en terminar con todo este sin sentido.
Y súbitamente me acordaba del ladrón que decía cada noche: “Si Dios quiere, mañana sucederá”.
-Mi segundo maestro fue un perro. Me dirigía al río, sediento, y un perro se acercó.
También estaba sediento. Miró dentro del río, vio allí a otro perro. Era su propia imagen y se asustó.
Ladró y se alejó corriendo, pero su sed era tan grande que volvió.
Finalmente, a pesar de su temor, simplemente saltó al agua y la imagen desapareció.
Y supe que había recibido un mensaje de Dios: “Uno debe dar el salto a pesar de todos los miedos”.
-El tercer maestro fue un niño pequeño. Entré en un pueblo y un niño estaba llevaba una vela encendida. Iba a la mezquita para poner la vela allí.
Sólo en broma le pregunté al niño: “¿Tú mismo has encendido la vela?”.
El dijo: “Si, señor”.
Y le pregunté: “Hubo un momento en que la vela no estuvo encendida, luego hubo un momento en que la vela estuvo encendida ¿puedes mostrarme la fuente de la cual surgió la luz?”.
Y el niño rió, apagó la vela de un soplo, y dijo: “Ahora tú has visto cómo ha desaparecido la luz. ¿Dime, dónde se ha ido la luz?”.
Mi ego se hizo añicos, todo mi conocimiento se hizo añicos.
Y en ese momento sentí mi propia estupidez.
Entonces entendí que debía abandonar todos mis conocimientos y empezar a comprender.
Es verdad que no tuve ningún maestro.
Eso no significa que no fuera un discípulo también pero acepté a toda la existencia como mi Maestro.
Mi aprendizaje fue un compromiso mayor que el tuyo.
Confié en las nubes, los árboles..., confié en la existencia como tal.
No tuve Maestro porque tuve millones de Maestros, aprendí de todas las fuentes posibles.
-“Hasan, ¿quién fue tu maestro?”.
Y Hasan respondió:
-Tuve miles de maestros.
Sólo mencionar sus nombres me llevaría meses, años, y ya es demasiado tarde. Pero ciertamente te hablaré ... sobre tres maestros.
-Uno era un ladrón. Una vez me perdí en el desierto y cuando llegué a una aldea, era tarde y todo estaba cerrado. Pero finalmente encontré a un hombre que estaba intentando hacer un agujero en la pared de una casa. Le pregunté dónde podía pasar la noche y él dijo:
- “A esta hora de la noche será difícil, pero puedes quedarte conmigo, si puedes quedarte con un ladrón”.
El hombre era tan agradable que me quedé un mes.
Y todas las noches él acostumbraba decirme: “Ahora me voy a trabajar. Descansa y reza”.
Al regresar yo le preguntaba: “¿Conseguiste algo?”.
El solía decir: “Esta noche no, pero mañana lo intentaré de nuevo, si Dios quiere...”.
Nunca estaba desesperanzado, siempre estaba feliz.
Cuando, durante años y años, medité y medité y nada sucedió, muchas veces hubo momentos, en que me sentí tan desesperado, tan desesperanzado, que pensé en terminar con todo este sin sentido.
Y súbitamente me acordaba del ladrón que decía cada noche: “Si Dios quiere, mañana sucederá”.
-Mi segundo maestro fue un perro. Me dirigía al río, sediento, y un perro se acercó.
También estaba sediento. Miró dentro del río, vio allí a otro perro. Era su propia imagen y se asustó.
Ladró y se alejó corriendo, pero su sed era tan grande que volvió.
Finalmente, a pesar de su temor, simplemente saltó al agua y la imagen desapareció.
Y supe que había recibido un mensaje de Dios: “Uno debe dar el salto a pesar de todos los miedos”.
-El tercer maestro fue un niño pequeño. Entré en un pueblo y un niño estaba llevaba una vela encendida. Iba a la mezquita para poner la vela allí.
Sólo en broma le pregunté al niño: “¿Tú mismo has encendido la vela?”.
El dijo: “Si, señor”.
Y le pregunté: “Hubo un momento en que la vela no estuvo encendida, luego hubo un momento en que la vela estuvo encendida ¿puedes mostrarme la fuente de la cual surgió la luz?”.
Y el niño rió, apagó la vela de un soplo, y dijo: “Ahora tú has visto cómo ha desaparecido la luz. ¿Dime, dónde se ha ido la luz?”.
Mi ego se hizo añicos, todo mi conocimiento se hizo añicos.
Y en ese momento sentí mi propia estupidez.
Entonces entendí que debía abandonar todos mis conocimientos y empezar a comprender.
Es verdad que no tuve ningún maestro.
Eso no significa que no fuera un discípulo también pero acepté a toda la existencia como mi Maestro.
Mi aprendizaje fue un compromiso mayor que el tuyo.
Confié en las nubes, los árboles..., confié en la existencia como tal.
No tuve Maestro porque tuve millones de Maestros, aprendí de todas las fuentes posibles.
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