Una de las cosas que más fuertemente sorprende a quienes toman por primera vez un curso de Control Mental, es el hecho de que una persona sentada en un cuarto, pueda no solamente influir sobre sus estados de ánimo, equilibrio emocional o salud física sino sobre todo el mundo que se encuentra más allá de su piel.
Frecuentemente, quienes tienen poco conocimiento del tema, o quienes medran con dicha falta de información, atribuyen la posibilidad de influencia sobre terceras personas, a toda clase de sortilegios o actividades mágicas, que solo actúan cuando de alguna forma, ponen en movimiento La ley de la Atracción, que es la única y verdadera explicación. Esta ley nos dice que:
- El contenido mental y emocional de un individuo suscita vibraciones análogas en quienes se ponen en contacto con él, y poseen menor potencia psíquica
- Los estados mentales que son perseverantemente mantenidos aumentan la potencia psíquica en tal forma, que no solo contagian a quienes se ponen en contacto con la persona que los genera, sino que se convierten en una fuerza centrípeta, que al igual que un remolino, atrae a las personas y circunstancias afines a la energía generada por el emisor.
- La persona que centra su mente en una meta, y cree firmemente que la logrará, repele a quienes mantienen una vibración opuesta.
Esto implica que las vibraciones producidas por nuestro pensamiento, afectan no solo a aquellas personas que viven en nuestra proximidad, sino también a otras adecuadamente receptivas, que están más distanciadas del emisor.
Por otra parte, dado que las energías semejantes se atraen, vemos como aquellos hombres con el valor de encarar empresas elevadas, movilizan tal caudal de energía, que en los momentos más críticos de su lucha, sienten como sus fuerzas se multiplican, pues se les unen las vibraciones de todos aquellos, que tienen pensamientos de la misma índole en un nivel inferior.
De esta forma, cuando el deseo se ve acompañado de una clara imagen mental, empieza a suceder que personas, cosas y circunstancias, comienzan a acomodarse a nuestros propósitos, haciendo que como mágicamente, encajen una a una las piezas del rompecabezas de nuestra meta.
Dr. Roberto Bonomi
El Secreto de la Lámpara Mágica
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