Rumiar hace referencia a la costumbre alimenticia de los animales herbívoros de masticar por segunda vez el alimento, devolviéndolo de la cavidad del estómago donde estuvo almacenado. Por analogía, decimos que una persona es rumiadora mental cuando piensa de manera reiterada y obsesiva la misma cuestión. Por lo general el pensamiento repetitivo se localiza de manera obstinada en los porqué, los cómo y los qué de una emoción perturbadora, tratando de hallar una solución o un aplacamiento al malestar. Aunque a veces la rumiación pueda mostrar un consuelo aparente, las investigaciones muestran que en la mayoría de los casos el alivio esperado no se alcanza. Más aun, el pensamiento reiterativo puede llegar a enfermar a la persona porque actúa como un círculo vicioso que recicla la preocupación (ansiedad) y alimenta el esquema negativo.
Cuando estamos ante un problema que parece irresoluble, la mente puede optar por la estrategia compulsiva de volver una y otra vez sobre lo mismo, machacar, revisar y desmenuzar la información con la esperanza de que esta actividad analítica produzca un efecto benéfico. La autobservación es indispensable para potenciar nuestras capacidades, pero si se convierte en rumiación, el sentido original se distorsiona. La belleza de la meditación sería reemplazada por la actitud neurótica del que rezonga y refunfuña.
Hay circunstancias en las que el sistema se sobrecarga y pensar sesudamente se devuelve como un bumerang. En esos momentos, la solución al problema suele llegar por otros caminos, no tan racionales. Es el fenómeno del "ajá" o del "¡Eureka!", de la lamparita que se prende como por arte de magia y todo empieza a encajar. El cerebro logra reunir las piezas y capta la totalidad del rompecabezas. Se llama creatividad: un salto al vacío, el efecto sorpresa, un flash repentino donde la conclusión hace su súbita aparición sin que se entienda cómo.
Aléjate de vez en cuando de los temas que te preocupan, cambia de dial y deja que la mente se reorganice y adquiera una nueva perspectiva. El proceso creativo necesita de un período de descanso conocido como incubación. Hay que crear las condiciones para que el aparato mental pueda dar sus frutos. Ningún científico o artista lograría nada significativo si se dejara llevar por la premura de un pensamiento rumiador. Aclimatar y serenar la mente, alejarla de la cavilación, ponerla a hacer otra cosa. La mente desprevenida es la que prefieren las musas.
Walter Riso
Pensar bien, sentirse mejor
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