Crecer duele


¿Por qué en determinadas situaciones continuamos defendiendo actitudes negativas y autodestructivas a pesar de la evidencia en contra? ¿Por qué permanecemos atados a la irracionalidad pudiendo salirmos de ella?
Anthony de Mello decía que los humanos actuamos, como si viviéramos en una piscina llena de mierda hasta el cuello y nuestra preocupación principal se redujera a que nadie levantara olas. Nos resignamos a vivir así, limitados, atra­pados, infelices y relativamente satisfechos, porque al menos mantenemos los excrementos en un nivel aceptable. Confor­mismo puro. La revolución psicológica verdadera sería salirnos de la piscina, pero algo nos lo impide, como si estuviéra­mos anclados en un banco de arena movediza que nos chupa, lentamente. El pensamiento que nos prohibe ser atrevidos y explorar el mundo con libertad está enquistado en nuestra base de datos:"Mas vale malo conocido que bueno por conocer".
La mayoría de las personas mostramos una alta resistencia al cambio. Preferimos lo conocido a lo desconocido, puesto que lo nuevo suele generar incomodidad y estrés. Cambiar implica pasar de un estado a otro, lo cual hace que inevitablemente el sistema se desorganice para volver a organizarse lue­go asumiendo otra estructura.Todo cambio es incómodo, como cuando queremos reemplazar unos zapatos viejos por unos nuevos.
Teilhard de Chardin consideraba que todo crecimiento está vinculado a un grado de sufrimiento. El cambio requiere que desechemos durante un tiempo las señales de seguridad de los antiguos esquemas que nos han acompañado durante años, para adoptar otros comportamientos con los que no es­tamos tan familiarizados ni nos generan tanta confianza. Cre­cer duele y asusta.
La novedad produce dos emociones encontradas: miedo y curiosidad. Mientras el miedo a lo desconocido actúa como un freno, la curiosidad obra como un incentivo (a veces irre­frenable) que nos lleva a explorar el mundo y a asombrarnos.
Aceptar la posibilidad de renovarse implica que la curiosi­dad como fuerza positiva se imponga a la parálisis que genera el temor. Abandonar las viejas costumbres y permitirse la re­visión de las creencias que nos han gobernado durante años requiere de valentía.




Walter Riso
Pensar bien, sentirse mejor

Como vemos "la realidad"




¿Cómo se hace un sistema de creencias? Por lo que ves y tocas, por lo que oyes y hueles. Luego el sistema nervioso tiene una sola función: reforzar el sistema de creencias. Las personas sólo pueden captar menos de una millonésima de los estímulos. Y estos estímulos son los que refuerzan lo que uds. piensan que existe. Si Uds. no piensan que existe, ni siquiera lo van a ver. De manera que el dicho "ver para creer" es al revés: "creer para ver". De aquí que si no se cree en algo, no se le ve y no se le oye, no se le puede tocar, gustar, ni oler.
Nuestro sistema nervioso ha sido programado para captar sólo un fragmento de la realidad y con estos fragmentos, que es todo lo que tenemos, no podemos ver el todo. Esa es la razón por la que vivimos alienados, fragmentados, separados de los demás, porque sólo podemos ver un poco aquí y allá. y estos fragmentos se han estructurado como resultado de los compromisos cognoscitivos prematuros que hemos hecho.
Por ejemplo, el ojo humano puede ver entre 3.70 y 7.90 billonésimas del espectro. Esto se puede entender, pero normalmente sólo puede ver dentro de esos límites. Todo lo que sobrepase estas longitudes de onda, no existe para nosotros. Hay instrumentos o aparatos científicos que extienden esos límites, pero sólo un poco. Lo que percibimos no es exactamente la realidad. No es el aspecto real del mundo. Es literalmente nuestra manera de mirarlo.
Las diferentes especies de animales lo ven diferente. Si uno pasea con su perro, verá que huele un universo completamente diferente al nuestro, oye lo que uno no puede oír.
Una serpiente siente su medio más en infrarrojo. Un murciélago se orienta durante su vuelo a través del eco del ultrasonido. Las células del ojo de la abeja no pueden percibir los colores que nosotros percibimos, pero ven en la zona del ultravioleta. Cuando la abeja mira una flor, no ve la flor, sino la miel a distancia. Se pierde la flor, pero nosotros nos perdemos la miel. Los ojos del camaleón se mueven a lo largo de dos ejes diferentes. No podemos imaginar cómo ve el camaleón. ¿Cuál es entonces el verdadero aspecto, la verdadera textura, el verdadero sonido? La respuesta es: no hay más que infinitas posibilidades coexistiendo al mismo tiempo. De esas infinitas posibilidades coexistiendo al mismo tiempo, nosotros estructuramos una realidad perceptual. Y si ocurre que concordamos con ella, entonces decimos de que ahí tenemos la prueba de que existe.
Sir John Eccles, fisiólogo australiano, quien también ganó el Premio Nobel, dijo: No existen colores en el mundo real, no hay textura en el mundo real, ni olores, ni belleza, ni fealdad. Son todas realidades perceptuales, estructuradas en nuestra propia consciencia. Lo creamos todo mediante nuestra interacción.


Deepak Chopra
Curación cuántica

Lo que no vuelve




Cuando llegaron al borde del río, el maestro arrojó una moneda de oro al fondo. El discípulo, creyendo que se trataba de un manantial de los deseos, se dispuso a hacer lo mismo, pero la mano del sabio detuvo su acción:

-Nunca olvides que existen cuatro cosas en la vida que jamás se recuperan:

La piedra, después de arrojada.
La palabra, después de proferida.
La ocasión, después de pérdida.
El tiempo, después de pasado.

Durante un tiempo, ambos callaron y vieron pasar el agua, un agua que nunca más volvería... El discípulo, inmerso en este pensamiento, se atrevió a romper el silencio:

-¿Por qué ha arrojado algo tan valioso al río, maestro? No le veo sentido…
-Para que recuerdes que esta lección no tiene precio. –contestó el sabio.



Cuento Zen

Proactividad y Reactividad


Nuestra efectividad está condicionada por “nosotros”, no por “los otros”.

Analicemos la palabra Responsabilidad: Habilidad para escoger nuestra respuesta; la gente efectiva es proactiva, su actitud es el producto de sus propias decisiones, basadas en valores; en lugar de producto de su condicionamiento en la vida o en sus sentimientos. Mientras más proactivo, menor es la tendencia a culpar a otros por lo que nos pasa.
Libertad es una condición derivada del ambiente: Ud. tiene varias opciones de las cuales escoger. Liberación es una condición de la persona: significa que Ud. tiene la fuerza interior para ejercer esas opciones. Esa es la base de la Proactividad.



Nuestra naturaleza básica es actuar, no que actúen sobre nosotros. El lenguaje de la gente reactiva es sentirse manipulada por el ambiente, por las condiciones externas, o por su propio condicionamiento. ¡No puedo hacerlo, yo soy así!, ¡No tengo tiempo! Determinismo es sentirse víctima de condiciones externas, “mi vida está determinada por condiciones fuera de mi control”.
La conducta Proactiva es el producto de nuestras propias decisiones, basadas en valores. La conducta reactiva nos lleva a culpar a otros, o las circunstancias de nuestros propios males. El espíritu del lenguaje reactivo es transferir a otros nuestras responsabilidades y a eludir nuestro compromiso, llevándonos a enfrentar los problemas bajo perspectivas equivocadas.
Una persona proactiva no niega los efectos que los aspectos genéticos, familiares, o ambientales tienen en nuestra vida; los acepta como una influencia, pero ejercita la libertad de escoger la respuesta a esos estímulos. En la Proactividad, nuestra efectividad y nuestra felicidad está condicionada por nosotros, no por “los otros”.


Stephen Covey
Siete Hábitos de la Gente Efectiva


Entre el saber y el sentir




Le preguntaron cierta vez a Uwais, el Sufí: «¿Qué es lo que la Gracia te ha dado?».
Y les respondió: «Cuando me despierto por las mañanas, me siento como un hombre que no está seguro de vivir hasta la noche».
Le volvieron a preguntar: «Pero esto ¿no lo saben todos los hombres?».
Y replicó Uwais: «Sí, lo saben, Pero no todos lo sienten».

Jamás se ha emborrachado nadie a base de comprender intelectualmente la palabra VINO.


Cuentos Sufis

Erudición o Realización


Un derviche pasaba por delante de un pozo seco en el que había caído accidentalmente un gramático en una noche oscura, y el desventurado daba gritos pidiendo ayuda. El derviche llamó a otros hombres pidiéndoles que trajeran una cuerda y una escalera para rescatar al hombre que estaba en el pozo. Pero el gramático gritó desde el fondo del pozo al derviche que, según las normas de la gramática, debía decir primero la palabra "escalera" y después la palabra "cuerda". Al oír esto, el derviche respondió: "¡Pues quédate donde estas, mientras voy a aprender a hablar como es debido!".
Los que se dedican constantemente a debatir sutilezas sin procurar desentrañar el significado interior de las cosas son como el hombre del pozo. Se quedan hundidos en las dificultades de la erudición que ellos creen tener y no buscan un maestro que los pueda conducir hasta un destino espiritual que valga la pena.




Cien Historias Sufíes

Las Señales


Cada mañana nos trae una bendición escondida, una bendición que solo sirve para este día, y que no puede ser ni guardada ni desaprovechada. Si no usamos ese milagro hoy, se perderá.
Este milagro está en los detalles de lo cotidiano; es necesario vivir sabiendo que a cada instante tenemos la salida para el problema, la manera de encontrar lo que está faltando, la pista adecuada para la decisión que precisamos tomar para modificar todo nuestro futuro.
Pero ¿cómo tener el coraje para eso? A mi entender, Dios habla con nosotros a través de señales. Es un lenguaje individual, que requiere fe y disciplina para ser totalmente absorbido.
San Agustín, por ejemplo, fue convertido de esa manera. Durante años buscó en varias corrientes filosóficas una respuesta para el sentido de la vida hasta que cierta tarde, cuando se encontraba en el jardín de su casa en Milán reflexionando sobre el fracaso de su búsqueda, escuchó una voz infantil en la calle que cantaba: “¡Ábrelo y lee! ¡Ábrelo y lee!”
A pesar de haber sido siempre gobernado por la lógica, decidió en un impulso abrir el primer libro a su alcance. Era la Biblia, y en ella leyó un fragmento de San Pablo con las respuestas que buscaba. A partir de allí la lógica de San Agustín abrió sitio para que la fe pudiese también participar, y él se transformó en uno de los mayores teólogos de la Iglesia.
Los monjes del desierto afirmaban que es necesario dejar actuar la mano de los ángeles. Para eso, de vez en cuando hacían cosas absurdas, como hablar con las flores o reír sin razón. Los alquimistas siguen las “señales de Dios”, pistas que muchas veces no tienen sentido, pero terminan llevando a algún lugar.





Paulo Coelho

Rumiar y enfermar




Rumiar hace referencia a la costumbre alimenticia de los animales herbívoros de masticar por segunda vez el alimento, devolviéndolo de la cavidad del estómago donde estuvo almacenado. Por analogía, decimos que una persona es rumiadora mental cuando piensa de manera reiterada y obsesiva la misma cuestión. Por lo general el pensamiento repetitivo se localiza de manera obstinada en los porqué, los cómo y los qué de una emoción perturbadora, tratando de hallar una solución o un aplacamiento al malestar. Aunque a veces la rumiación pueda mostrar un consuelo aparente, las investigaciones muestran que en la mayoría de los casos el alivio esperado no se alcanza. Más aun, el pensamiento reiterativo puede llegar a enfermar a la persona porque actúa como un círculo vicioso que recicla la preocupación (ansiedad) y alimenta el esquema negativo.
Cuando estamos ante un problema que parece irresoluble, la mente puede optar por la estrategia compulsiva de volver una y otra vez sobre lo mismo, machacar, revisar y desmenuzar la información con la esperanza de que esta actividad analítica produzca un efecto benéfico. La autobservación es indispensable para potenciar nuestras capacidades, pero si se convierte en rumiación, el sentido original se distorsiona. La belleza de la meditación sería reemplazada por la actitud neurótica del que rezonga y refunfuña.
Hay circunstancias en las que el sistema se sobrecarga y pensar sesudamente se devuelve como un bumerang. En esos momentos, la solución al problema suele llegar por otros caminos, no tan racionales. Es el fenómeno del "ajá" o del "¡Eureka!", de la lamparita que se prende como por arte de magia y todo empieza a encajar. El cerebro logra reunir las piezas y capta la totalidad del rompecabezas. Se llama creatividad: un salto al vacío, el efecto sorpresa, un flash repentino donde la conclusión hace su súbita aparición sin que se entienda cómo.
Aléjate de vez en cuando de los temas que te preocupan, cambia de dial y deja que la mente se reorganice y adquiera una nueva perspectiva. El proceso creativo necesita de un período de descanso conocido como incubación. Hay que crear las condiciones para que el aparato mental pueda dar sus frutos. Ningún científico o artista lograría nada significativo si se dejara llevar por la premura de un pensamiento rumiador. Aclimatar y serenar la mente, alejarla de la cavilación, ponerla a hacer otra cosa. La mente desprevenida es la que prefieren las musas.



Walter Riso
Pensar bien, sentirse mejor