La visión del mundo


Cuanto más intensamente creas que algo es verdad, más posibilidades hay de que ese algo se convierta en algo absolutamente verdadero para ti. Si tú crees en una cosa, no es posible que te puedas imaginar que esa cosa sea de otra manera. Tus creencias te dan una especie de visión encajonada y hacen que ignores toda información que te llegue que no esté de acuerdo con lo que has decidido creer.
No se cree lo que se ve, sino que se ve lo que se cree; por ejemplo, si estás profundamente convencido de que estás llamado a ser algo grande en la vida, harás, pase lo que pase, todo lo posible para avanzar hacia esa meta. No habrá nada que te detenga. Por otro lado, si crees que el éxito está supeditado a la suerte o a la casualidad, te descorazonarás y te contrariarás fácilmente cuando las cosas no te salgan según tu conveniencia. Tus creencias te empujan tanto hacia el éxito como hacia el fracaso.
Por regla general, la gente adopta una de las dos formas que hay de mirar el mundo. La primera es la que se llama visión benevolente. Si tienes esta visión, lo normal es que creas que el mundo es un sitio bastante bueno para vivir. Tienes tendencia a ver el lado bueno de la gente y de las situaciones y a creer que a tu alrededor llueven oportunidades que podrás aprovechar sin problemas. Crees que, aunque no eres perfecto, no dejas de ser en general una persona bastante buena. Tienes fe en un futuro en el que tienen cabida tú y los demás. Eres por encima de todo optimista.
La otra forma de mirar el mundo es la de la visión malevolente. Una persona con una visión de esta clase generalmente adopta una postura negativa y pesimista hacia ella misma y hacia la vida. Cree que es «inútil luchar contra el poder constituido», que «el rico es cada vez más rico y el pobre cada vez más pobre» y que «trabajes lo duro que trabajes, si no tienes agarraderas, no te servirá de nada». Este último tipo de persona ve la injusticia, opresión y la desgracia en todas partes. Cuando las cosas le van mal, como casi siempre le sucede, lo achaca a la mala suerte o a la maldad de la gente. Se considera víctima. Debido a esta actitud, no le gusta su modo de ser ni siente respeto por sí misma.





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