A veces pienso que el mayor logro de la cultura moderna es su brillante manera de vender el samsara y sus distracciones estériles. La sociedad moderna me parece una celebración de todas las cosas que alejan de la verdad, que hacen difícil vivir para la verdad y que inducen a la gente a dudar incluso de su existencia. Y pensar que todo esto surge de una civilización que dice adorar la vida, pero en realidad la priva de todo sentido real; que habla sin cesar de “hacer feliz a la gente”, pero que de hecho obstruye su camino a la fuente de auténtica alegría.
Este samsara moderno se alimenta de la misma ansiedad y depresión que induce en todos nosotros y que fomenta cuidadosamente con una maquinaria de consumo que necesita mantenernos deseosos para continuar funcionando. (...) Cuanto más intentamos escapar, parece que más caemos en las trampas que con tanto ingenio nos tiende. Jikme Lingpa, maestro tibetano del siglo XVIII, dijo: “Hipnotizados por la variedad misma de las percepciones, los seres vagan perpetuamente errantes por el círculo vicioso del samsara”.
Así, obsesionados por falsas esperanzas, sueños y ambiciones que prometen felicidad pero sólo conducen a la desdicha, somos como personas que se arrastran por un desierto sin fin, muertas de sed. Y todo lo que este samsara nos ofrece para beber es un vaso de agua salada que intensifica nuestra sed.
Samsara: palabra sánscrita que puede traducirse como: la rueda interminable de nacimientos y muertes.
Sogyal Rimpoché
El libro tibetano de la Vida y de la Muerte
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