El campo unificado


Lo que llamamos tiempo no es más que una colección de experiencias subjetivas, resultado de nuestra realidad perceptual. Pero esa realidad, es una realidad en un nivel y es un artefacto en otros niveles. No es toda la historia. Sir John Eccles, fisiólogo británico actualmente australiano, quien también ganó el Premio Nobel, dijo: No existen colores en el mundo real, no hay textura en el mundo real, ni olores, ni belleza, ni fealdad. Son todas realidades perceptuales, estructuradas en nuestra propia consciencia. Lo creamos todo mediante nuestra interacción.
Es un hecho que el Universo está compuesto por campos de fuerza y campos de materia que provienen de un sólo campo unificado.



Hoy, los científicos afirman que todo lo que uno percibe proviene de cuatro fuerzas básicas del universo: la gravedad (la gravitación universal), que hace que gire el mundo, mantiene unido al planeta; la electricidad que produce el calor, la luz, etc.; el magnetismo que hace que funcione la pantalla de televisión y todas las demás cosas de nuestra tecnología moderna; y la gran fuerza que mantiene unido el núcleo del átomo, es una fuerza muy grande y por eso da la impresión de que en verdad existe la materia. Cuando se logra desarticular esa fuerza, entonces ocurre la explosión nuclear, que es tan fuerte. Es la fuerza responsable de la radiactividad y la trasmutación de los elementos, y eso es todo.
Los científicos sostienen que estas fuerzas provienen de una única fuerza fundamental dentro de la naturaleza, denominada "campo unificado". Y nosotros también somos parte de ello, porque es todo lo que hay. El espacio, el tiempo, todo lo que llamamos el universo material, se encuentra estructurado como resultado de la fragmentación y expresión de estas fuerzas naturales. Como científicos, denominamos a este proceso "fragmentación simétrica" y su expresión es lo que denominamos "objetos materiales", separados unos de otros en espacio y tiempo.



Deepak Chopra
Curación cuántica

Nuestra opción




Parece que el plan de la naturaleza no es más que un lento y firme desdoblamiento de la conciencia. Una piedra está formada por átomos, igual que tú, pero carece de conciencia perceptible. Es inmune, no se siente pisoteada ni pulverizada. Es, simplemente, «Inconsciente». Una planta es consciente de las condiciones del suelo, de las estaciones y de la humedad, y florece con el sol primaveral. Es consciente, pero de manera muy limitada.
Los animales, en comparación con los minerales y los vegetales, poseen niveles de conciencia mucho más desarrollados. Muchos animales muestran una conciencia de las estaciones cuando son capaces de migrar, o del peligro cuando son capaces de eludir a los predadores, y de una atención y un cariño profundos en sus relaciones con sus parejas y sus pequeños.
Y por fin estamos los seres humanos, que poseemos la conciencia última de la elección. Podemos optar por funcionar a un nivel de conciencia inferior y limitarnos a existir y a ocuparnos de nuestras posesiones, de comer, de beber, de dormir y de apañarnos en el mundo como peones de los elementos, o podemos alzarnos hasta nuevos y más altos niveles de conciencia que nos permitan trascender nuestro entorno y crear, literalmente, un mundo propio: un mundo de realidad mágica. Dentro de cada uno de nosotros está la
conciencia última que ofrece cierta forma de victoria sobre el mundo material: la capacidad de hallar el equilibrio en todo conjunto de circunstancias. Eres capaz de alcanzar el equilibrio perfecto de la mente. Este camino exige un compromiso con tu propia ransformación interior.
Tu transformación interior no puede lograrse desde una perspectiva intelectual o científica. Los instrumentos de limitación no van a revelar lo ilimitado. Se trata de un trabajo que deben realizar tu mente y tu alma, el sector invisible de tu ser que está siempre ahí, pero a menudo se ignora en favor de aquello que puedes captar con tus sentidos.



Wayne Dyer
Tus zonas mágicas

Los dogmas


Los dogmas —religiosos, políticos, científicos— surgen de la creencia errónea de que el pensamiento puede contener y encerrar la realidad o la verdad. Los dogmas son prisiones conceptuales colectivas. Y lo extraño es que la gente ama la celda de su prisión porque le da sensación de seguridad, una falsa sensación de «yo sé».



Nada ha causado más sufrimiento a la humanidad que sus dogmas. Es cierto que cada dogma se viene abajo antes o después, porque su falsedad acaba siendo revelada por la realidad; sin embargo, a menos que el error básico sea visto tal como es, el dogma será reemplazado por otros.
¿Cuál es el error básico? La identificación con el pensamiento.



Eckhart Tolle
El silencio habla

Soltar y dejar estar


Soltar es el más fundamental y primordial de los principios. Cuando se presentan los problemas y somos capaces de hacerlo, simplemente soltémoslos. Por regla general, descubrimos que estamos demasiado apegados o embrollados con la historia o el sentimiento para hacerlo. Otras veces, intentaremos soltar porque algo no nos gusta. Pero esto no es soltar; es aversión. Sólo cuando hay equilibrio en la mente y compasión en el corazón, se puede producir el auténtico soltar.
Cuando no es posible soltar, se puede utilizar una versión más blanda de esta práctica, denominada "Déjalo Estar." Se presente lo que se presente, dejémoslo ir y venir. "Dejar Estar" no significa escapar o eludir, sino simplemente liberar. Permite que lo que esté presente surja y pase, como las olas de un océano. Si hay llanto, llora. Si surge pena o ira, déjalas estar.
El universo nos ofrece todas las cosas para despertar y abrir nuestro corazón. “No puedes detener las olas, pero puede aprender surf”. De este modo, podemos acoger las contradicciones de nuestra vida y soltarlas o dejarlas estar.





Jack Kornfield
Camino con corazón

Algo que se deja atrás


Si contemplamos nuestra vida veremos claramente cuántas tareas sin importancia, a las que llamamos “responsabilidades”, se acumulan para llenarla. Un maestro las compara con “hacer la limpieza de la casa en sueños”. Nos decimos que queremos dedicar nuestro tiempo a las cosas importantes de la vida, pero nunca tenemos tiempo. El mero hecho de levantarnos por la mañana supone una multitud de tareas: abrir la ventana, hacer la cama, ducharse, limpiarse los dientes, dar de comer al perro o al gato, fregar los platos de la noche anterior, descubrir que te has quedado sin azúcar o café, salir a comprarlo, preparar el desayuno... Es una lista interminable. Luego hay que buscar la ropa, elegirla, plancharla, volverla a guardar. ¿Y el cabello? ¿Y el maquillaje? Desvalidos, vemos cómo se nos llenan los días de llamadas telefónicas y proyectos triviales, de responsabilidades y responsabilidades...¿O no deberíamos llamarlas irresponsabilidades?



Parece que nuestra vida nos vive, que posee su propio impulso imprevisible, que nos lleva; en último término, nos parece que no tenemos elección ni control sobre ella. Naturalmente, esto a veces nos hace sentir mal, tenemos pesadillas y despertamos sudorosos, preguntándonos: “¿Qué estoy haciendo de mi vida?”. Pero nuestros temores sólo duran hasta la hora del desayuno; aparece el maletín y volvemos a estar donde empezamos.
Pienso en el santo hindú Ramakrishna, que le dijo a uno de sus discípulos: “Si dedicaras a la práctica espiritual una décima parte del tiempo que dedicas a distracciones como ir detrás de las mujeres o hacer dinero, llegarías a la Iluminación en unos pocos años”.
La palabra “cuerpo” en tibetano es lü, que quiere decir “algo que se deja atrás”, como el equipaje. Cada vez que decimos lü, recordamos que sólo somos viajeros refugiados temporalmente en esta vida y este cuerpo. Así, en Tíbet la gente no se distraía ni se pasaba todo el tiempo procurando hacer más cómodas sus circunstancias externas. Se daban por satisfechos si tenían lo suficiente para comer, la espalda cubierta de ropa y un techo sobre su cabeza. Lo que hacemos nosotros, tratar obsesivamente de mejorar nuestras condiciones, puede convertirse en un fin en sí mismo y en una distracción vana. ¿A quién que estuviera en su sano juicio se le ocurriría redecorar minuciosamente la habitación de un hotel cada vez que se alojara en uno?



Sogyal Rimpoché
El libro tibetano de la vida y de la muerte

Señales de progreso en la vida espiritual




¿Cómo sabe uno que trabaja, que progresa, que está en el buen camino? ¿Cómo reconocer señales de progreso en el trabajo de realización interior? Hay ciertamente unos síntomas, unos efectos, que nos permiten distinguir nuestro progreso o estancamiento.

1. En la medida en que yo esté trabajando se irá actualizando en mí, más y más, una conciencia de energía, y al decir conciencia de energía, queremos indicar todo lo que se deriva de la energía: voluntad, capacidad de acción, capacidad de resistir obstáculos, decisión, empuje, fuerza moral;
2. Se va desarrollando una mayor y más profunda comprensión de las personas, una comprensión y discernimiento del sentido de las cosas, de las circunstancias; uno va descubriendo poco a poco que cada cosa, cada hecho en la vida de uno y colectivamente de la humanidad, está lleno de sentido, que todo lo que está ocurriendo no es nada más que la expresión significativa de una Realidad superior;
3. Va apareciendo en mi interior una noción de paz, de tranquilidad, de serenidad, de equilibrio, que no depende para nada de las circunstancias exteriores; voy adquiriendo una independencia y una libertad interior cada vez mayor. Es decir, que participo en mi experiencia interna cada vez más de los atributos esenciales de eso que llamamos Realidad.
4. Disminución -hasta la total desaparición- de todo lo que son miedos, inseguridades, angustias, indecisiones, dudas, perplejidades. Va desapareciendo todo lo que es conflicto, dependencia de las personas (de sus opiniones y acciones), de las circunstancias, de la salud, etcétera. La autorrealización va eliminando de una forma progresiva todo lo que son contenidos negativos de la personalidad.



Antonio Blay
Caminos de Autorrealización

Jill Bolte Taylor - El derrame de iluminación



La Dra. Jill Bolte Taylor es una neuroanatomista estadounidense que a finales de 1996 sufrió un derrame cerebral del cual tardó en recuperarse 8 años.

En esta fascinante y espectacular conferencia explica las diferencias entre los hemisferios del cerebro humano y nos invita a percibir al mundo de una manera diferente.

Hipnotizados




A veces pienso que el mayor logro de la cultura moderna es su brillante manera de vender el samsara y sus distracciones estériles. La sociedad moderna me parece una celebración de todas las cosas que alejan de la verdad, que hacen difícil vivir para la verdad y que inducen a la gente a dudar incluso de su existencia. Y pensar que todo esto surge de una civilización que dice adorar la vida, pero en realidad la priva de todo sentido real; que habla sin cesar de “hacer feliz a la gente”, pero que de hecho obstruye su camino a la fuente de auténtica alegría.
Este samsara moderno se alimenta de la misma ansiedad y depresión que induce en todos nosotros y que fomenta cuidadosamente con una maquinaria de consumo que necesita mantenernos deseosos para continuar funcionando. (...) Cuanto más intentamos escapar, parece que más caemos en las trampas que con tanto ingenio nos tiende. Jikme Lingpa, maestro tibetano del siglo XVIII, dijo: “Hipnotizados por la variedad misma de las percepciones, los seres vagan perpetuamente errantes por el círculo vicioso del samsara”.
Así, obsesionados por falsas esperanzas, sueños y ambiciones que prometen felicidad pero sólo conducen a la desdicha, somos como personas que se arrastran por un desierto sin fin, muertas de sed. Y todo lo que este samsara nos ofrece para beber es un vaso de agua salada que intensifica nuestra sed.

Samsara: palabra sánscrita que puede traducirse como: la rueda interminable de nacimientos y muertes.



Sogyal Rimpoché
El libro tibetano de la Vida y de la Muerte