Culpar a otros


Es fácil culpar a otros por nuestras decepciones en la vida. Ese es un patrón común a muchos antes de embarcarse conscientemente en un camino espiritual. Sin embargo, después de un breve tiempo descubrimos que ya no podemos culpar a los demás. Cualquiera que sea la escuela de aprendizaje a la cual adherimos en nuestro desarrollo, iremos aprendiendo a no culpar a nadie más, sin importar cuán traumático pudo haber sido el abuso de otros hacia nosotros. En lugar de eso, tenemos que mirar a nuestra desgracia como una bendición, aprender de ella, y seguir adelante con nuestras vidas.



Esto suena bastante fácil, pero lograrlo no es siempre tan simple. Ayuda para comprender que tal vez nosotros atrajimos e incluso pedimos esas desafortunadas situaciones para poder aprender a creer en nosotros mismos un poco más. A fin de desarrollar una cualidad particular del alma, el asunto tiene que ser forzado sobre nosotros. Si hubiéramos nacido en una familia cariñosa, -por ejemplo- no habría necesidad de trabajar sobre nuestra autoestima. Los miembros de la familia siempre serían amorosos y nos apoyarían. A menudo es sólo cuando estamos "contra la pared" que hacemos un esfuerzo para cambiar.
Imaginemos que llevamos nuestra historia con nosotros. En nuestra mente hay un registro de todo lo que hemos dicho, pensado, o hecho alguna vez. Este registro actúa como un ordenador que transmite mensajes al universo, diciéndole que nos envíe lo que sea necesario para nuestro crecimiento. Lo que vuelve a nosotros puede venir en forma de experiencias de todo tipo. No importa si parecen positivas o negativas, todo se considera aprendizaje. No hay juicio en cuestión. La computadora no dice: "Ahora tú necesitas una mala experiencia." Simplemente nos da lo que necesitamos para equilibrar la balanza y nos mantiene constantemente en nuestro camino. Si nos desviamos, de vez en cuando nos dará otra experiencia para traernos de vuelta al medio de la ruta que nos conduce a la montaña.



Jill Downs
The Awakening of the Heart

Como meditar - Parte 2

La duda paralizante




Aquel que siempre duda, y no puede fijar su mente, que una vez que decide algo empieza a ver los argumentos del otro lado y quiere comenzar todo otra vez para recorrerlo nuevamente, no puede progresar. Es la exageración de las virtudes de la prudencia y precaución, que se transforma en un vicio.
Mejor es actuar y cometer errores, aprendiendo así mejor la lección para el futuro, que dudar siempre y no actuar. Porque la duda paralizante, detiene la lección que solamente la experiencia imparte.



Annie Besant
Sugerencias sobre Estudio del Bhagavad Gita

Una taza de té




Nan-in, maestro japonés que vivió en la era Meijí (1868-1912), recibió a un profesor universitario que acudió a informarse sobre el Zen.

Nan-in sirvió té. Llenó la taza de su visitante, y siguió vertiendo.

El profesor se quedó mirando al líquido derramarse, hasta que no pudo contenerse: -Está colmada. ¡Ya no cabe más!

-Como esta taza -dijo Nan-in-, está usted lleno de sus propias opiniones y especulaciones. ¿Cómo puedo mostrarle el Zen a menos que vacíe su taza antes?



Cuento Zen

Enfermedad es desarmonía


En la verdadera curación no tiene ningún significado la naturaleza ni el nombre de la enfermedad física. La enfermedad del cuerpo, en sí misma, no es otra cosa más que el resultado de la desarmonía entre el alma y el espíritu. Representa sólo un síntoma de la verdadera causa y, dado que la misma causa se manifiesta de manera diferente casi en cada uno de nosotros, debemos intentar apartar la causa, desapareciendo automáticamente las consecuencias, cualesquiera que éstas fueran. Esto lo podemos entender todavía mejor de manos del suicidio. El suicidio no ocurre por sí mismo. Algunas personas se cuelgan desde una gran altura; otros toman veneno, pero detrás de cualquier manifestación del suicidio se esconde la desesperación. Si podemos ayudar a esas personas que piensan en el suicidio a superar su desesperación y a que encuentren alguien o algo por lo que vivir, entonces están curadas para largo plazo. Si lo único que hacemos es retirarles el veneno, entonces únicamente los habremos salvado temporalmente. Más tarde intentarán, de nuevo y en cualquier momento, suicidarse.

Durante demasiado tiempo hemos culpado a los agentes patógenos, resistentes a la alimentación y los hemos considerado como las causas de las enfermedades. Pero algunos de nosotros somos inmunes a epidemias de gripe, otras aman ese frescor que trae el viento frío, y otros muchos pueden comer queso y tomarse por la noche un café sin ponerse enfermos. Sólo cuando permitimos que la duda y la depresión, la indecisión o el miedo crezca en nosotros, somos susceptibles ante las influencias externas. Por lo tanto, la verdadera causa que se esconde tras la enfermedad es el estado del paciente y no su constitución física.

Cada enfermedad, sea todo lo grave que se quiera, puede ser curada siempre que se recupere la felicidad del paciente y éste desarrolle el deseo de retomar la obra de su vida. Con frecuencia se necesita para ello una transformación mínima en su estilo de vida, cualquier idea fija insignificante que le hace intolerante frente a los demás, cualquier responsabilidad falsa que le esclaviza cuando podría hacer algo bueno. Existen siete maravillosos estadios en la curación de la enfermedad y son los siguientes: Paz. Esperanza. Alegría. Confianza. Certeza. Sabiduría. Amor.




E.Bach
Remedios florales


Dichosos





Dichosos los que saben reírse de sí mismos, porque no terminarán nunca de divertirse.

Dichosos los que saben distinguir una montaña de una piedra, porque se evitarán muchos inconvenientes.

Dichosos los que saben descansar y dormir sin buscarse excusas: llegarán a ser sabios.

Dichosos los que saben escuchar y callar: aprenderán cosas nuevas.

Dichosos los que son suficientemente inteligentes como para no tomarse en serio: serán apreciados por sus vecinos.

Dichosos los que están atentos a las exigencias de los demás, sin sentirse indispensables: serán fuente de alegría.

Dichosos ustedes cuando sepan mirar seriamente a las cosas pequeñas y tranquilamente a las cosas importantes: llegarán lejos en esta vida.

Dichosos ustedes cuando sepan apreciar una sonrisa y olvidar un desaire: vuestro camino estará lleno de sol.

Dichosos ustedes cuando sepan interpretar con benevolencia las actitudes de los demás, aún contra las apariencias: serán tomados por ingenuos, pero es el precio justo de la caridad.

Dichosos los que piensan antes de actuar y rezan antes de pensar: evitarán muchas tonterías.

Dichosos ustedes sobre todo cuando sepan reconocer al Señor en todo lo que se encuentran: habrán logrado la verdadera luz y sabiduría.



Santo Tomás Moro

La no violencia


Una serpiente había mordido a tantos habitantes de la aldea que eran muy pocos los que se atrevían a aventurarse en los campos. Pero era tal la santidad del Maestro que se corrió la noticia de que había domesticado a la serpiente y la había convencido de que practicara la disciplina de la no - violencia.



Al poco tiempo, los habitantes de la aldea habían descubierto que la serpiente se había hecho inofensiva. De modo que se dedicaban a tirarle piedras y a arrastrarla de un lado a otro agarrándola por la cola.
La pobre y apaleada serpiente se arrastró una noche hasta la casa del Maestro para quejarse. El Maestro le dijo: "Amiga mía, has dejado de atemorizar a la gente y eso no es bueno".

"¡Pero si fuiste tú quien me enseño a practicar la disciplina de la no - violencia!"

"Yo te dije que dejaras de hacer daño, no de silbar".


Cuento Zen

En busca del líder perfecto


Un lector me envía un cuestionario. En él, presenta el perfil de tres líderes mundiales que vivieron en la misma época, y pregunta si es posible escoger al mejor de ellos a partir de los siguientes datos:

Candidato A: tuvo contacto con curanderos, consultaba a astrólogos con frecuencia. Tenía dos amantes. Su mujer era lesbiana. Fumaba mucho. Bebía de ocho a diez martinis por día.

Candidato B: no conseguía mantenerse mucho en el mismo empleo debido a su arrogancia. Dormía hasta el mediodía. Fue consumidor de opio en su época de colegial, y siempre fue considerado un mal alumno. Bebía una copa de coñac todas las mañanas.

Candidato C: fue condecorado como héroe. Era vegetariano. No fumaba. Tenía una disciplina ejemplar. Bebía una cerveza muy de vez en cuando. Permaneció con la misma mujer en sus momentos de gloria y en sus momentos de derrota.

¿Y cuál es la respuesta?

A] Franklin Delano Roosevelt. B] Winston Churchill. C] Adolf Hitler.

¿En qué consiste entonces el liderazgo? La enciclopedia lo define como la capacidad de un individuo para motivar a otros en la consecución de un mismo objetivo. Las librerías están llenas de títulos sobre el tema, y normalmente a los líderes se les pinta con colores brillantes, atributos envidiables, e ideales supremos. El líder es para la sociedad lo que el “maestro” es para la espiritualidad. No obstante, esto no es del todo verdad (en ambos casos).
Nuestro gran problema, principalmente en un mundo que se está volviendo cada vez más fundamentalista, es no tolerar que las personas en posiciones destacadas tengan errores humanos. Siempre estamos en busca del gobernante perfecto. Estamos siempre esperando que un pastor nos dirija y nos ayude a encontrar nuestro camino. En realidad, las grandes revoluciones y los grandes avances de la humanidad fueron impulsados por personas iguales a nosotros – con la única diferencia de que aquéllas tuvieron el valor necesario para tomar una decisión clave en un momento difícil.