El aprender a cesar de pensar, a dejar reposar la mente, es una adquisición del mayor valor. Así como los fatigados miembros recobran energías gozando en el reposo, así también la mente cansada encuentra alivio en el reposo completo. El pensar constante significa constante vibración, y la vibración constante un gasto continuo. Este gasto inútil de energía produce el agotamiento y la decadencia prematuras, y una persona puede preservar el cuerpo mental y el cerebro más tiempo, aprendiendo a dejar de pensar cuando el pensamiento no se dirige a algún resultado útil.
Es verdad que "dejar de pensar" no es en modo alguno una cosa fácil. Es, quizás, aún más difícil que el pensar. Debe practicarse por periodos muy breves hasta que se adquiere el hábito, porque en un principio implica un gasto de fuerza en sostener la mente quieta.
Después de haber pensado firmemente, abandona el pensamiento, y si cualquier pensamiento aparece en la mente, aparta su atención del mismo. Persistentemente rechaza a todo intruso; si es necesario, imagina un vacío como un paso hacia el reposo, y trata de tener sólo conciencia de la quietud y oscuridad. La práctica en este sentido se hará cada vez más inteligible si se persiste en ella, y una sensación de quietud y paz animará te animará a continuar.
Otro modo de dar reposo al cuerpo mental y al cerebro - mucho más fácil que la cesación del pensar- es cambiando de pensamiento. Una persona que piense fuerte y persistentemente en un sentido, debe tener otra segunda línea de pensamiento lo más distinta posible de la primera, a la cual pueda dedicar su mente para proporcionarle descanso. Especialmente, quizás, es importante para aquellos entregados a asuntos mundanos absorbentes, el elegir un asunto que ocupe las facultades mentales, -que no se hayan desarrollado en la actividad de los negocios- que se relacione con las artes, ciencias o literatura, en donde pueden encontrar recreo y cultura.
Annie Bessant
El poder del pensamiento
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