La esencia sagrada


Se necesita presencia* para tomar conciencia de la belleza, de la majestad, de la sacralidad de la naturaleza. ¿Has mirado alguna vez la infinitud del espacio en una noche clara, quedándote anonadado ante su absoluta quietud e inconcebible enormidad? ¿Has escuchado, realmente escuchado, el rumor de un arroyo de montaña en el bosque? ¿Y el sonido de un mirlo al atardecer un tranquilo día de verano?
Para tomar conciencia de este tipo de estímulos la mente tiene que estar serena. Tienes que abandonar momentáneamente tu equipaje personal de problemas, de pasado y de futuro, y todo tu conocimiento, porque, de no hacerlo, verás pero no verás y oirás pero no oirás. Tienes que estar totalmente presente.



Más allá de las formas externas hay otra cosa: algo innombrable, inefable, algo profundo, interno, la esencia sagrada. Donde y cuando quiera que encontramos algo bello, percibimos el brillo de esta esencia interna, que sólo se nos revela cuando estamos presentes. ¿Podría ocurrir que esta esencia innombrable y tu presencia fueran una única y misma cosa? ¿Estaría ahí si tú no estuvieras presente? Profundiza en ello. Descúbrelo por ti mismo.
Cuando observas la mente, retiras conciencia de las formas mentales, y esa conciencia se convierte en el observador o testigo. En consecuencia, el observador -conciencia pura más allá de la forma - se fortalece y las formaciones mentales se debilitan. Cuando hablamos de observar la mente estamos llevando a la esfera personal un evento de significado cósmico: a través de ti, la conciencia está despertando de su sueño de identificación con la forma y se está retirando de la forma. Esto presagia un suceso -y a la vez forma parte de él- que probablemente aún queda en un futuro lejano. Ese suceso es el fin del mundo.

*Presencia, es hacer consciente el instante, es vivir el Ahora sin ninguna otra connotación. Sentir la Presencia que soy, desde lo profundo.


Eckhart Tolle
Practicando el poder del Ahora


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