Podríamos decir que el ser humano "se deja vivir" , en lugar de vivir. Toma la vida como viene sin preguntarse su significado, su valor y su propósito; se dedica a la satisfacción de sus deseos personales; buscar el disfrute de los sentidos, placeres emocionales, seguridad material, o la consecución de la ambición personal. Si está más maduro, subordina sus satisfacciones personales al cumplimiento de las diversas obligaciones familiares y sociales que le son asignadas, pero sin buscar la comprensión de los fundamentos en que estas se basan, ni de las fuentes de las que proceden. Probablemente se considera a sí mismo como "religioso" y creyente, pero normalmente su religión es externa y convencional, y una vez que se ha adaptado a los mandatos de su iglesia y compartido sus ritos, cree haber hecho todo lo que se exige de él.
En resumen su fe operativa, tiene como objeto una única realidad, que es la del mundo que puede ver y tocar, y, por ello está fuertemente apegado a los bienes materiales. Así pues, a todos los efectos, considera esta vida como un fin en sí mismo. Su creencia en un "cielo" futuro, si es que lo concibe, es teórica y académica -como lo prueba el hecho- de que hace todo lo que puede para posponer lo más posible su partida para disfrutarlo.
Roberto Assagioli
Ensayo en el libro "El poder curativo de las crisis"
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