Una forma de ser perdedor


No tengo dudas de que hay muchas formas de ser un ganador, pero en realidad hay solo una forma de ser un perdedor, y esta es fracasar y no ver más allá del fracaso». Kyle Rote Jr (jugador de fútbol )
La forma en que una persona ve el fracaso y lo enfrenta, sea que tenga o no la capacidad para ver más allá y mantenerse triunfando, impacta cada aspecto de su vida. Pero esa capacidad parece difícil de adquirir. La mayoría no sabe por dónde empezar para lograrla. Cambiar su perspectiva del fracaso le ayudará a perseverar para finalmente alcanzar lo que desea. ¿Entonces, cómo va a juzgar el fracaso?

1. La gente cree que el fracaso se puede evitar, y no se puede

Todos fallamos y cometemos errores. Seguramente usted ha oído aquello de que «errar es humano, perdonar es divino» y que Alexander Pope escribió hace más de doscientos cincuenta años. Lo que él estaba haciendo era nada más que parafraseando un dicho que era muy común dos mil años antes durante el tiempo de los romanos. Hoy las cosas son muy parecidas a como eran en aquel tiempo. Si usted es un ser humano, va a cometer errores.
Es probable que esté familiarizado con la Ley de Murphy y el Principio de Pedro. Hace poco me encontré con algo que se ha dado en llamar Reglas para el ser humano. Creo que la lista describe bien el estado en que nos encontramos como personas:

Regla Nº 1: Usted tiene que aprender lecciones.
Regla Nº 2: No hay faltas, solo lecciones.
Regla Nº 3: Una lección se repite hasta que se aprende.
Regla Nº 4: Si no aprende las lecciones fáciles, se hacen más difíciles. (El dolor es una forma en que el universo consigue que se le preste atención.)
Regla Nº 5: Usted sabrá que ha aprendido una lección cuando sus acciones cambien.





John Maxwell
El lado positivo del fracaso

La mente de langosta


"La mente de langosta" nunca conquista nada. Si llueve se molestan, si sale el sol también, si los saludaron de mala gana se enojan, si los saludas amablemente, se fastidian. El tema es quejarse, encontrar un motivo para pensar que el mundo está en contra de ellos y que nadie es capaz de entenderlos.
Existen personas que lo primero que hacen es quejarse. La queja es un lamento, una demanda, un reproche, una desazón, un disgusto, un reclamo permanente que lo único que logra es alejarte de la mejor gente. ¿A quién le gusta estar cerca de personas que siempre están dispuestas a encontrarle "la quinta pata al gato?"
"Si tiene remedio, ¿por qué te quejas? Si no tiene remedio, ¿por qué te quejas?" (Proverbio oriental )



¿Tienes mente de langosta? Veamos:
. ¿Te quejas a menudo?
. ¿Tienes problemas con muchas personas?
. ¿Ves las cosas grandes como difíciles de lograr?

Si contestaste a una de estas preguntas con un "sí", es que tienes mente de langosta.
La queja sólo produce insatisfacción, siempre mostrará descontento, resentimiento, disgusto; refleja una emoción encapsulada que termina enfermando no sólo tus pensamientos, sino también tu cuerpo. Muchas personas hacen de la queja un hábito, una forma de vida, pensando que si se siguen quejando, el problema desaparecerá; creen que a través de la demanda continua el conflicto va a ser solucionado, o que quizás, otro ser humano bondadoso se apiadará de su situación y solucionará su problema.

Los quejosos son seres tóxicos para sí mismos y para los que están a su alrededor.



Bernardo Stamateas
Gente tóxica

Aflojando tensiones




En nuestra infancia cuando salíamos al patio de la escuela a la hora del recreo, después de haber estado unas horas quietos y esforzándonos en prestar atención a unas explicaciones más o menos abstrusas, nos poníamos espontáneamente a gritar, a saltar y a gesticular alborozados. Esta conducta era motivada por la descarga automática de la tensión acumulada en las horas de clase. A medida que hemos ido creciendo y madurando, la posibilidad de estas descargas naturales ha ido desapareciendo debido a que ha ido penetrando en nuestro Yo-idea la norma impuesta por la sociedad de que hemos de ser unas personas serias, formales, con actitudes siempre educadas y compuestas. Y esta norma, que es muy correcta en lo que se refiere a nuestra conducta social, la hemos trasladado también a nuestra conducta personal cuando estamos solos. Así pues, hemos bloqueado toda posibilidad de descarga espontánea y natural de la energía anormalmente reprimida y con ello la posibilidad de equilibrarnos, puesto que las inhibiciones obligadas en la vida diaria, en cambio, han ido en constante aumento desde el período de nuestra infancia hasta la actualidad.
Hemos de buscar el modo de poder eliminar la energía artificialmente retenida en nuestro interior mediante la apertura consciente y deliberada, durante unos minutos, de nuestro mecanismo automático de censura y represión.

Ejercitación: Bien percatado mentalmente de que se trata de prescindir totalmente por unos minutos de toda idea de autocrítica y de control, se coloca la persona de pie en una habitación en la que haya suficiente espacio libre, con los ojos cerrados. Procura entonces dejar de estar pendiente de sus ideas y pone su atención en lo que siente y en lo que le gustaría hacer y, sencillamente, lo hace, de modo parecido a cuando tiene ganas de bostezar o de desperezarse y, sin más, así lo hace. Hay que dejar libre curso a todo impulso de expresión que surja del interior, permaneciendo en todo momento bien despierto y consciente, pero sólo como espectador, sin que el pensamiento se mezcle en la acción. El ejercicio ha de durar como máximo 10 minutos.

Los impulsos interiores tenderán a expresarse siempre a través de la vía oral o motora: se tendrán ganas de hablar, gritar, cantar, reír, llorar, o bien de hacer muecas y movimientos más o menos extraños. No hay que preocuparse en absoluto de la forma en que los impulsos tiendan a salir, ni tampoco de buscarles explicación de ninguna clase. Los ojos han de mantenerse cerrados durante todo el ejercicio. Y esto es muy importante porque los impulsos y emociones tenderán así a descargarse en el vacío mediante simples movimientos o expresiones verbales, mientras que si los ojos estuvieran abiertos, además de provocar distracciones, los sentimientos se proyectarían hacia los objetos que se tuvieran delante.

La eficacia de este ejercicio tal como lo hemos descrito radica en el hecho de que al mismo tiempo que la energía sale por sí misma, de un modo natural, a través de los movimientos o exclamaciones, la mente consciente toma plena conciencia de cuanto se está haciendo, sintiéndose en todo momento protagonista consciente de todas las expresiones, esto es, la energía reprimida se convierte en experiencia activa de la persona. Gracias a este efecto, la conciencia del Yo-experiencia se modifica incorporándose aquella energía que hasta ahora estaba fuera de su alcance y, al mismo tiempo, disminuye la presión que sobre la mente ejercía el inconsciente.



Antonio Blay
La personalidad creadora