Atrapados en un solo mundo


La negación de lo desconocido es una característica intrínseca de la cultura occidental, que se ha apoderado de casi todo el planeta. No ocurre así con otros pueblos de la tierra. Entre los indígenas por ejemplo, la existencia de múltiples fenómenos inexplicables es cosa normal en sus vidas cotidianas. Están acostumbrados a vivir con el Misterio. Asumen sin dificultad que hay cosas que pueden ser explicadas y otras que no. Como no tienen a la importancia personal como el centro de su cultura, lo desconocido no les ofende. Esto les permite experimentar la realidad explicable (tonal) y la inexplicable (nagual).



Lo contrario le ocurre al hombre moderno. Su seguridad y sentido de auto importancia radica en sentir que lo conoce todo, que lo puede explicar todo. Por esta razón, si algo nuevo se presenta a su observación, se apresura a convertirlo en conocido; hace toda clase de asociaciones mentales para convertir lo desconocido y poder afirmar siempre “¡si, esto ya lo conozco!, se parece a tal o cual cosa que yo estudié, conocí o vi en tal ocasión...”. El caso extremo es que, si lo que aparece ante él no puede ser encajado en lo que ya conoce, sencillamente no lo ve, aunque lo tenga frente a sus ojos ¡y ni siquiera se entera de lo que le está ocurriendo!.
Sin duda que el precio que pagamos por nuestra importancia personal es altísimo: quedar atrapados en un solo mundo (bastante pinche por cierto) ¡cuando podemos habitar tantos mundos mucho más ricos y variados en nuestro tiempo de vida!. Por otra parte, el rescate de la posibilidad de acceder a tales mundos se logra fundamentalmente con la energía extra de que dispondremos si conseguimos disminuir nuestra importancia personal y reincorporar el misterio en nuestras vidas; finalmente, todo es cuestión de contar con el poder personal suficiente.



Víctor Sanchez
Toltecas del nuevo milenio

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